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La tecnología empuja a la sociedad y establece nuevas formas de comunicación que hacen que de forma progresiva se ejecuten cambios en nuestra manera de relacionarnos, de valorar, de consumir, etc. Cuando se viven los grandes cambios sociales no se es consciente de la magnitud de lo que está ocurriendo, hasta que nos separamos en el tiempo de ellos y miramos atrás con perspectiva.
A los profesionales de la tecnología en ocasiones nos incomoda que nuestro campo profesional se haya convertido en un conocimiento trasversal y que hayamos pasado de ser gurús a expertos, en un mundo que no sabe lo que quiere y no valora ni aprovecha lo que tiene. Está bien que el conocimiento fluya y que esto permita imprimir más velocidad al desarrollo social, pero no debería ser a costa de cualquier cosa, pues al final dejamos atrás valores que después tendremos que volver sobre nuestros pasos a recuperar, ya que aunque no éramos conscientes de su presencia, acabamos siendo conscientes del vacío de su ausencia. Uno de estos valores que aprovecharé para reivindicar es la visión global que con la máxima Napoleónica utilizada en la resolución informática “divide y vencerás” ha ido cediendo terreno a la especialización hasta su casi desaparición y eso nos deja una situación en la que tenemos profesionales, capaces de hacer las mejores piezas y engranajes, pero salvo en algunos grandes proyectos se ha perdido la visión de conjunto, de la maquina completa con el encaje funcional y asociativo de cada pieza, por lo que se malgasta muchos recursos en corregir y redefinir proyectos que tienen defectos de interacción entre sus elementos o que están muy alejados de las necesidades del mercado.
La crisis hace que se mire como primer parámetro el coste, ya que el principal objetivo de una empresa debe de ser maximizar su beneficio, pero por otro lado no se puede olvidar del posicionamiento en el mercado de sus productos por diferenciación “tener un producto único o antes que la competencia”, por lo que necesita innovación, pero quieren tenerla sin riesgo, y es imposible pensar, diseñar, planificar, construir, publicitar y quizás “vender” sin asumir un riesgo razonable que en ocasiones vaya contra los costes, pero la gestión del talento y la innovación también harán contribuciones positivas generando nuevos valores y lo deseable es que la balanza de esta apuesta sea la ventaja competitiva que la empresa necesita para reforzar su marca y ganar su futuro.
La tecnología necesita salir de su mundo binario al mundo real, adquirir competencias sociales y desarrollar proyectos que sean de interés para los clientes. Está claro que el ocio, las interrelaciones personales, la velocidad, la proximidad al servicio y la multiplicidad de canales de difusión y distribución serán algunas de las características que deben de integrarse en nuestros productos, para que puedan ser pioneros en abrir mercados, en generar nuevas necesidades de consumo o poder competir en la primera división de nuestro sector.
La globalización está provocando cambios muy rápidos, ya que ahora nuestra competencia es el mundo y las estructuras empresariales en ocasiones tienen excesiva rigidez y lentitud en sus procedimientos de reestructuración, necesitan incorporar direcciones con conocimiento trasversales, que las aporten no sólo la diferenciación del producto sino toda la estrategia y los mecanismos que garanticen mantener o mejorar el nivel de competitividad comercial de la empresa, aportando todo tipo de ventajas de valor que se integraran o destruirán una vez utilizadas según la evaluación de cada caso.
Los perfiles competenciales de estos equipos deben buscar la versatilidad de los miembros, con la finalidad de poder rotar sus funcionalidades y responsabilidades, ya que la estructura es conveniente que cambie con cada proyecto y sea lo más horizontal posible.
La sociedad obligará al cambio, si se está preparado no será traumático sino posiblemente lleguemos tarde a nuestro funeral.
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